Poeta en La Habana
El poeta atesora yuca en una bolsa de papel/No sabe qué hará con la yuca/ si cocerla, acariciarla o llevarla cerca del ojal/ Está ensimismado, invertido como dos hombres/ uno viejo y otro millonario/ Nunca ha querido ocupar la silla de Hemingway/ porque tiene dos perfiles que hablan en lenguas disímiles/ una plática con la fiebre de quien está enfermo de tuberculosis/ otra construye un soliloquio feliz, para una vida feliz, en una Cuba feliz/ Allí está, en La Habana/ viniendo alrededor de una capa de mantequilla/ y quiere rodar, pretende aferrarse al hilo de manteca para trovar el himno de la revolución/ Se afana y place la brisa que dejó Martí/ y se inquieta, se duele, pues, no creyó tener dos talantes/Uno de esos rostros quedó en su habitación/ el otro, está bebiendo ron en el Floridita / Entonces, mantiene el equilibrio/ En una mano lleva guagui para dejarlo caer a los pies de otros/ en la otra una espina de acero/ la misma que cayó sobre su cabeza cuando era niño/ cuando desconocía la diferencia entre un poeta y una collareja/ Se mira en las vitrinas de La Habana vieja y alcanza a ver reflejos/ piensa en Sarduy, en Ezra, en Lezama/ y va a una pastelería en busca de harina para derrocar la usura/ Son dos caras las que tiene/ y nadie irá a su habitación a tocar la puerta porque él no tiene puerta/ a su cama se ingresa por la ventana/ Toda señal de ruta le hace perder el sentido de orientación/fuma tabaco, bebe tabaco/ Quiere terminar sus días en una casa feliz/ en un país que tenga gaviotas y olivos/ Añora estar del brazo de su mujer en la parada de guaguas/ coger pepas de calabaza y fabricar collares/ Volver a leer a Baudelaire para formalizar métodos de composición/ Caer rendido de intentar escribir poemas decorosos/ dormir bajo las ramas azules de las palmas/ como lo presagió su padre; / “Estarás solo; los totíes mayitos y el espejo serán tus teatrales compañías”/ Ahí entiende que un verso es un algoritmo/ Oh; poeta; ¿A qué has nacido en Cuba?/ ¿Qué tienes en Cuba?/ ¿Qué colores y olores ves cuando tocas los humedales?
Roberto Castillo
I
Castillo lleva puesto un gorro de lana que asume colores derivados del azul
se sienta, bebe agua, se rasga el pelo que tiene sobre los hombros
comenta las reglas del beisbol; pitcher, cátcher, primera base, jonrón
se impacienta con la gripe de sus dedos y realiza comentarios de tipo farmacológico
Castillo es veterinario
tiene una perra, Ginna,
con ella practica habilidades como instructor de caninos y logra que ella se siente al oír un monosílabo
-plu, Ginna- plu-
Parece un hombre serio
ha estado en Angola y alguna vez quiso rozar la tierra de Namibia
Él sabe que soy chileno y me hace ver el uso indecoroso que hago de la letra jota
-jacinto, jazmín, jarrones-
le digo que no advierto el abuso de la consonante
Castillo no ha estado en Chile
tal vez vaya a Cauquenes a transitar ferias de agronomía
comprar semillas y dejarlas caer como monedas en su finca de Limonar
Ginna es un ejemplar criollo que no tiene mayores encantos físicos
pero es tierna y habilosa
si Castillo arroja la pelota debajo de la mesa, Ginna va por ella y la trae de regreso
si Castillo le pide salir de casa, Ginna vira y se pierde entre los arrabales
ahí es una perra que mira el paso de niños que circulan en bicicletas de humo
Los vecinos admiran a Castillo porque tiene medicinas
a un costado de la mecedora, acumula un centenar de jeringas y fármacos que vende a precio de mercado minorista
En general, las consumidoras de productos medicinales
son viudas o solteras que dejan ver la copa de los sostenes
Yo no sé si Castillo está preocupado por el tamaño de los senos
sin embargo, sé que los mira
Tampoco sé si de pequeño quiso ser jugador de beisbol, o maestro de escuela o encargado de turismo en Gaviota Tour.
sí reconozco que tiene una mirada afroamericana y sorpresiva.
Idas
No sé muy bien por qué voy a Cuba, ni por qué quiero ir a Cuba. Se supone que debiera ir a Francia para visitar el mausoleo de Rimbaud. Pero de un tiempo a esta parte, el poeta francés me está cayendo como la mierda. Es la primera vez que salgo del país y no creo vaya a tener otra oportunidad de abandonar, siquiera por unos días, la fealdad de Chile. Me he sentido raro estos últimos meses y una sensación de miseria espiritual me cala. Tanto así que se me están cayendo los dientes; ayer fue la pieza 25, el mes pasado la pieza 20. Fui raquítico cuando chico y apenas comencé a tomar leche a los 13 años. Mi madre dice que mi padre, Q.E.P.D, fue un soberano irresponsable y todo lo que ganaba en Gendarmería de Chile lo gastaba con vedettes de los centros nocturnos de la capital. Entonces no había dinero para comprar leche, ni camisas, ni mermelada de ciruelas. A pesar de todo, mi padre es mi ídolo; hizo lo que quiso, amó a quien quiso y bebió cuanto quiso. Sé bien que murió feliz y satisfecho; “no tengo nada más que hacer aquí, ya lo hice todo”; eso fue lo que me confesó cuando el médico le dijo que del año 2015 no pasaba. Seguro, si se lo pido, él me ayudará a llegar a Cuba, él es un buen espíritu. A él le voy a pedir que me conecte con la mujer de mis sueños, aunque sea por capricho. Lo único que necesito es hallar a una cubana que hable lento para poder entender lo que dice y que no quiera salir de Cuba para abandonar sus ideales revolucionarios. Hay momentos en que la cabeza manda al corazón y en este momento es mi cabeza la que dice que vaya.
Niño cubano
En un patio cubierto de guacamoles y palmeras
Un niño cubano juega béisbol y silba
Va descalzo con un bate fabricado con madera nativa
La pelota cae en la pista de guacamole
El niño mete los pies entre las verduras
Cansado de buscar se sienta bajo la palmera y continúa silbando
Su amigo, otro niño cubano
Se muestra aburrido de que el juego se detenga
Mira y piensa en que las casas del barrio cada vez están más pequeñas
Sueña con estar en las grandes ligas
Cree que al cumplir los 18 vendrá un agente gringo
Para llevarlo a la loca Miami
Son dos niños cubanos los que juegan a la pelota
Y soy yo el que mira cómo se divierten y cómo se aburren
No me ven porque estoy en el balcón de un cuarto piso
Esperando que deje de llover
Miro desde lo alto el momento en que Chacón, el poeta cubano
Sale de su apartamento
Con él acordamos ir a una lectura de décimas.
Canto del tiuque en la rama
No sé dónde circulan tus bucles, no sé de qué manera coges la copa
ni el significado que otorgas al Criticismo de Baudelaire
Me lo dirás, lo dibujarás en una hoja en blanco, fabricada el siglo XIX
por un albañil cubano que amó los puentes de Matanzas
Allí, algunos creían que Dios y el Diablo existían; el uno en negación del otro;
el montés, para recuperar el estrado, el manso, para permanecer en la tarima
Yo te advertiré sobre la admiración que tengo por Severo Sarduy
y tú me hablarás de Lezama Lima para ver los múltiples métodos de composición literaria
Quizá nos quede tiempo para dialogar sobre el abandono primordial del realismo como
espacio representativo en Latinoamérica
y de ciertos rincones del espíritu que no están definidos por la RAE
Desde la orilla, en una ciudad que se aferra a los conejos como si ellos fueran nuestros orígenes inmediatos, levanto la vista
subo la mollera y miro hacía el fondo de la campiña
creyendo que bajas desde Peñasaltas con las obras completas de Sarduy
en el bolsillo de tu vestido, o en el bolso que trajo tu hermana desde Berlín
No vayas a olvidar que en lo tortuoso
estoy yo apurando el paso de los días para descifrar los movimientos de Lezama
con la magnífica intención, con el despoblado afán
de acercarte a mis temblores, aceptando, desde ya, la poca monta de mi escritura
y mi admiración por el café de la bodega.
Cubana XII
Soy el niño que sube a los árboles porque ahí estoy más cerca de la luna
la miro y puedo ver en ella manchas de celofán
Y quiero echar un vistazo a las manchas amarillas en lo alto
Me fabrico alas en soledades multitudinarias
subo y subo a la manera de los murciélagos, pataleando
—mujer; ¿no sabes del niño en el árbol? —
Cuando estoy en los montículos veo rostros demoníacos, veo sangre
En tal estado onírico termino por abandonar la faena
Ahí me crecen las uñas y no entiendo la diferencia entre la vida y la muerte
Me alejo del árbol porque temo a los mandriles
Sé que vivo solo en medio de las arañas
Sé que nado en un piélago de ratas
Sé que llevo la muerte dentro de un carro de supermercado
Sé que no existen los ángeles
— mujer; ¿no sabes del niño en el árbol? —
Dejé en la corteza del árbol una pluma de gorrión
la pluma de gorrión tiene grabado el nombre tuyo en la cola
Mi nombre carece de importancia
Mi edad carece de importancia
Mi futuro carece de importancia
Declaración de principios
Yo me había explicado que anhelaba morir como una zapatería de provincia
magullado de clavos y pornografía colonial
En agosto, porque me gusta la perversidad de los cipreses
— la carnavalesca cizaña de las minorías literarias —
Me había repetido que no anhelaba elegías en el sepelio
ni poetas, ni alocuciones
porque me deleitan los adioses expeditos
y no concibo el ritual simbólico de la palada
Y me había dicho, que para que fuera en agosto, debía seguir bebiendo
porque a Pérez le gusta el trote del vino en los vasos
Había proyectado que estuvieras allí con tu marinera verde pistacho
y entraras del brazo de ella a pararte junto a los sepultureros
Hay algo hermoso y dulce al imaginarlas apoyadas en el olor de la muerte
Y había reparado en que nadie dijera nada de mi condición de poeta
que dejaran las serpientes de la escritura en tinajas de cuero
—de ningún modo fui algo significativo—
Primero escribí el nombre de la poesía en la frente de Dios
primero escribí el nombre de mis hijos en la frente de Dios
primero escribí el nombre de ambas en la frente de Dios
primero escribí que tenía hambre de tórtolas y arañas.
Yuri Pérez (San Bernardo, 1966). Poeta y narrador. Entre sus poemarios figuran entre otros: Cara et fuego (1994), Gringa: el canto de los Llanos de Lepe (1996), Mala yerba (1998), Antología registrada (2001), Cumbia (2003), Ceremonia del Cristo blanco (2004) y Ghetto (2006). Textos suyos aparecen en importantes revistas y antologías literarias. En narrativa ha publicado Niño feo, Mentirosa, La muerte de Fidel, Virgen y Diario de provincia, entre otros. Por su obra ha recibido diversos reconocimientos como el Premio Municipal de Literatura de su ciudad natal (1997 y 2001), la beca de la Fundación Neruda, la beca Fondart del Ministerio de Educación, la Beca Consejo Nacional del Libro y la Lectura y el Premio de la Crítica en 2011.
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