LA CASA
Esta casa es la última casa del mundo
Rainer Maria Rilke
En esta casa,
invadida de oscuras resonancias,
lo único visible son los gatos
sentados frente a la chimenea,
una lámpara que se prende y apaga,
se prende y apaga,
y los estantes repletos de libros.
Ahora debería estar nevando en Santiago,
pero una bola de fuego
recorre sus calles.
Yo solo espero que sobreviva tu rostro
porque tú me enseñaste a hablar con los gatos
y encendiste mi lámpara
y ahora me estás leyendo poemas de Rilke
frente a la chimenea.
SILENCIOSOS Y GRANDES COMO ENCINAS
Silenciosos y grandes como encinas
caminamos a través de la tormenta
por sitios que cierran sus puertas al alba.
La ciudad no es otra cosa
que el sonido del río o las líneas
que garabateamos en el primer trozo
de papel encontrado al azar.
Caminamos para saber lo que pasa
al otro lado de las puertas,
para interpretar la mirada de los demás,
e ingresar al inmenso oleaje de las cosas
como quien sobrevive a una guerra de almohadas.
Se rompen y hay plumas que asemejan a los pájaros
de la felicidad.
Nuestra virtud –por ahora– es saber reír.
Un ciego es nuestro Caronte
y nos habla de ciertos enigmas
entre el sonido de radios y volutas de humo.
En puertas y ventanas hay pesadumbres.
Hebras de sol empiezan a entrar en cuartos sin luz,
mientras miles de personas esperan abrir sus ojos
y abolir lo que es ajeno a ellas.
Estamos rodeados de una extraña intimidad.
CARTA ASTRAL
a la memoria de René Char
He aquí mi carta astral, después de años
entre el vértigo y la espera.
El vaho de espejos y los blues escarchados
eran lo mismo que la muerte,
un espacio donde lentamente se pierde el combate,
ya sea en las mudanzas de la luna
o en el viaje de retorno al lugar de origen.
Ahora cada uno de nosotros puede recibir
la parte misteriosa del otro.
Noches caminando con el cáliz en las manos
sin derramar su luminoso secreto.
Nadie quiere morir entre abismos.
EL ÚLTIMO METRO
Estación Los Leones, estación Tobalaba.
Afuera corren los días de principios del siglo XXI
como trenes relucientes.
Los estudiantes se sientan sobre sus mochilas
y todos somos pasajeros del mismo destino.
Se ama tanto a la muchacha
que lee un libro de Hannah Arendt
como a la que sueña con desayunar en Tiffany’s
o a la que va a las barricadas.
Las puertas del tren se abren,
las puertas del tren se cierran.
Unos entran y otros salen.
Así es la vida.
MIRLOS
Antes de salir de casa, buscas en el armario
una camisa y un abrigo
y echas el día por la borda.
Después recorres librerías repletas
de originales falsos
o te entretienes en un café
hojeando libros sobre apicultura.
Luego las calles, los parques,
la hierba agitada por el viento.
Allí los vagabundos establecen su refugio
y siguen el vuelo de los mirlos,
soñando en que algún día
emigrarán con ellos.
ALGO QUE APENAS SE PUEDE ESBOZAR
Algo vive además
del reloj solitario y esta página en blanco
donde muevo mis dedos;
algo más que las horas amontonadas
como papeles tirados a la basura.
Algo vive además
del parque silencioso y de la luz mortecina de la tarde
donde un automóvil sin frenos se desliza
lentamente calle abajo.
Algo vive más allá
de estos muros, puertas y lápidas
que franqueamos día a día.
Algo sobrevivirá
más allá de este Apocalipsis in progress
y de la ilusión de estar vivos.
Algo que apenas se puede esbozar.
Francisco Véjar (Viña del Mar, 1967). poeta, crítico, antólogo y ensayista chileno. Incluido en diversas antologías, tanto en Chile como en el extranjero. Así como ha publicado los siguientes libros de poemas: Música para un álbum personal (1992), Canciones imposibles (1998), País Insomnio (2000) y El emboscado (2003). En 2008, publica La fiesta y la ceniza. Y el 2009, da a conocer su libro de crónicas Los Inesperados, donde escribe sobre la vida y obra de Nicanor Parra, Jorge Teillier y Raúl Ruiz. En 2017, publica en España, Cicatrices y estrellas (Huerga & Fierro Editores). Dos años más tarde, publica la antología Poemas de la realidad secreta, en la Editorial Visor, con selección y prólogo de su autoría. Actualmente, es crítico de poesía de Revista de Libros del diario El Mercurio.
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